Tal día como hoy hace 30 años era sábado, y por la mañana se estrenaba La Bola de Cristal, un hito de la televisión que aterrizó en TVE para transgredir y romper esquemas a través de algo tan sencillo y fascinante como… la inteligencia.
Dividido en cuatro segmentos, el formato derribaba el tipo de televisión que hasta entonces se había hecho para los niños, con un programa que, como cualquier crío, era travieso, desmontaba lo previsto y contagiaba una ilusión genuina.
Los invitados (periodistas, escritores, músicos...) divagaban de forma distendida sobre los engranajes de la sociedad y hablaban a los niños como si fueran un adulto más. El programa no temía lo políticamente incorrecto, concienciando sobre cuestiones cívicas, ecológicas e incluso sobre la propia televisión. “Tienes quince segundos para imaginar; si no se te ha ocurrido nada, a lo mejor deberías ver menos la tele”, sentenciaban sin complejos ni miedo a tirar piedras contra sus propios tejados.
Un formato que arrancó con 100.000 espectadores y terminó cuatro años después, por las presiones de las altas esferas, con 5 millones de fieles.
Un exhaustivo trabajo semanal que dista mucho de las maneras de la televisión actual. Sin grandes presupuestos, los decorados se transformaban a diario, se experimentaba con la tecnología de la época y sobre todo se jugaba con las ideas. El programa contaba una historia de principio a fin, con instinto. Era televisión de autor, gracias al sello omnipresente de la dirección de Lolo Rico y también a la mano de los realizadores Ernesto Quintana, Matilde Fernández y Rafael Galán, que cuidaban al milímetro la realización visual, siempre calculada de manera precisa: prácticamente cada segundo de cada plano estaba pensado a conciencia con el mayor de los espíritus televisivos.
Qué buena falta nos hace ahora mismo algo así. Y qué lástima que sea tan utópico...
El genial artículo completo podéis leerlo aquí.
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