Que no haya presupuesto para hacer cine no tiene por qué significar que no se puedan seguir contando grandes historias en la gran pantalla.
En la ciudad de Austin tiene lugar cada año el South by Southwest Film Festival, enclave indie por excelencia dentro del panorama de festivales de EE UU. En el 2005 un técnico de sonido acuñó el término Mumblecore (mumble significa mascullar) para definir el cine de una nueva generación de jóvenes directores norteamericanos con rasgos en común. Un comienzo que, en realidad, se remonta al año 2002 con la película Funny Ha Ha de Andrew Bujalski, considerada la primera piedra de esta nueva ola de cine indie yanqui.
Su principal distintivo es el bajo presupuesto con el que afrontan sus producciones y la esencia do it yourself que aplican en ellas. Algo que afecta directamente a la forma con la que revisten sus creaciones: rodadas con equipo digital, diálogos improvisados, actores no profesionales, directores que se desdoblan en otras tareas, fotografía naturalista, sonido deficiente, cámara en mano, postulados estilísticos propios del cinema verité, etc. Pero también sus narraciones comparten un patrón temático, pues son historias que suelen centrarse en el entorno vital de los propios creadores, es decir, jóvenes blancos, de clase media, camino de la treintena y que se mueven por ambientes urbanos, con estados vitales desorientados y hablando constantemente de sus relaciones interpersonales.
La creciente popularidad que ha alcanzado el movimiento a través de la atención prestada por la revista IndieWire, la programación del SXSW o las retrospectivas organizadas en el IFC New York han provocado que la industria del cine norteamericano haya puesto sus tentáculos sobre algunos de los talentos más destacados de esta corriente. Lo que puede provocar que el Mumblecore salga finalmente de su guarida.
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