Según describe Héctor Garrido, fotógrafo del CSIC, en su blog, en las incursiones que hasta ahora el cine había hecho en la marisma, nunca el paisaje había pasado de ser un mero decorado, una mancha de color, siempre ocre, detrás de los personajes y su trama, muy lejos de lo que ocurre en la vida real. Hasta ahora.
Y de pronto, Alberto Rodríguez, alguien curiosamente ligado en su vida y en su profesión al medio urbano, ha concedido a la marisma, al fin, el papel protagonista que lleva milenios interpretando en la vida de cada uno de los que en ella habita. Su ley y su norma.
Garrido habla de Doñana y de La Isla Mínima, la película que prácticamente acaba de estrenar su título como Mejor Película española (según la Academia de las artes y las ciencias cinematográficas de España).
El fotógrafo colaboró con el director en la creación de las imágenes de Doñana y las marismas del filme. Y toda historia tiene que empezar por alguna parte...
Hace unos siete años que sus fotografías de fractales de las marismas del Guadalquivir fueron por primera vez mostradas. Entonces publicó un libro y llevó a cabo una enorme exposición que viajó por las principales capitales de nuestro país. A la vez, el director daba las primeras pinceladas de lo que después ha sido La Isla Mínima. Y al ver los fractales de Garrido, Rodríguez supo que las imágenes tenían que formar parte de la cabecera de su película.
Podéis leer toda la historia de primera mano pinchando aquí. Y más imágenes de fractales de la película aquí.
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